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lunes, 28 de noviembre de 2011

Subsidios Sí, Subsidios No.

             Esta cuestión antagónica, si se quiere nunca se nos presentó como un dilema a los Argentinos, los subsidios aparecieron en la vida económica de los usuarios para hacerles la vida “más llevadera”, de tal manera que justificara los negociados de los funcionarios que tenían en sus manos la relación con las empresas subsidiadas.
El Estado Nacional debe hacerse responsable de haber otorgado estos beneficios a las empresas, aún cuando al hacerlos el usuario fuera beneficiado durante su articulación pero no fue consultado para su aplicación.
Es cierto que la actual administración ya se encontró con un Estado subsidiador pero no menos cierto es que sus funcionarios usufructuaron los beneficios de los subsidios a empresas deficitarias que jamás reinvirtieron aquello que el Estado les otorgaba.
Quién fuera Secretario de Transporte de esta administración, el cordobés Ricardo Jaime es la figura emblemática de este desquiciado sistema de subsidios inconsultos.
Quizás el único beneficio más genuino y autentico es haberle permitido a los usuarios transitar etapas difíciles de su economía familiar, con mayor soltura.
Sin embargo no menos cierto es que cada administración recibió a cambio la seguridad de un movimiento más fluido del trabajador a sus respectivas actividades.
Entonces ¿Porqué motivo el usuario debe opinar ahora sobre aquello que le impusieron, aún cuando le permitió un cierto alivio en su economía domestica?
No sería lo más correcto que el Estado hallara la forma de eliminar los subsidios manteniendo por un tiempo y en forma gradual las tarifas que el usuario debe pagar, creo que es no sólo una obligación sino un derecho que el usuario se ganó.

La Historia revisada

           Claro que debe revisarse la historia y para ello sólo basta que quienes hacen esto lleguemos a ser dignos de aquello que se espera de nosotros.
No basta crear nuevas instituciones colegiadas o académicas para definir el estudio de la historia, simplemente debería ser una condición fundamental integrarse a las organizaciones, ya existentes, y desde ellas bregar por un revisionismo serio.
No permitir que se defenestre a un investigador, historiador o ensayista por el sólo hecho de discrepar con la historia oficial o plasmar una semblanza de un personaje encumbrado y abordar su vida como un ser humano simple y sencillo.
Existen historiadores mediáticos, que utilizan tanto las letras como la pantalla chica para promocionarse él y su obra.
Ensayistas que hacen de la historia una especie de “Intrusos” en el que relatan las historias cotidianas de los hombres y mujeres, abrevando en cartas intimas o personales, tomadas como documentos públicos.
Según mi forma de pensar nada de esto esta reñido por la ética en la medida que la ética misma se halle entre nuestros valores intrínsecos y sepamos hacer uso de ella.
Aún recuerdo lo mal que recibieron el “Don José” de mi querido amigo José Ignacio García Hamilton, (foto) aquellos que no se permitían ver al San Martín humano y preferían mantenerlo en el bronce.
No es creando nuevas instituciones para el estudio de la historia, divide y reinaras, como recrearemos la historia que escriben los que se imponen en el entramado social de una nación, sino haciendo una nueva revisión de los hechos que la construyeron e influyeron en la vida del país, sus hombres y mujeres hasta nuestros días.

Ruben Amilcar Spaggiari